La primera misa del nuevo cardenal
Somos de los que no simpatizamos para nada con Cipriani, y por suerte no
tenemos que ocultarlo.
Muchos consideran que el nombramiento de Juan Luis Cipriani
como cardenal se ha debido a la desinformación del Vaticano respecto a su
vinculación con el régimen de Fujimori y su posición abiertamente contraria a
los derechos humanos. "No es así", señala un analista eclesial.
"El ala conservadora del Vaticano quiere quebrar toda tendencia
progresista en la Iglesia peruana, como hizo en Holanda, El Salvador y
Nicaragua."
A los pocos días del nombramiento de Cipriani, otro
integrante del Opus Dei fue nombrado obispo, esta vez de Chuquibamba, para
unirse a los prelados de Chiclayo, Arequipa, Cañete, Abancay y Huancavelica.
Como Cipriani, los obispos de las últimas dos diócesis guardaron silencio
frente a las más atroces violaciones de los derechos humanos en los años
ochenta. Entretanto, los obispos con tendencia más progresista que había en
Lima tienen ya tiempo confinados en los extremos del Perú, lejos de los medios
de comunicación: Augusto Beuzeville en Tumbes y Hugo Garaycoa en Tacna.
El obispo que se ha mantenido en Lima más tiempo es Alberto
Brazzini, gracias a sus ideas: es muy cercano al Sodalicio, un movimiento
nacido en el Perú que comparte con el Opus Dei su posición conservadora en
religión y política. Sin embargo, Brazzini había perdido influencia en Vargas
Alzamora, que inclusive invitaba a Gustavo Gutiérrez a dar charlas en eventos
convocados por el Arzobispado. Además, había rumores de que Vargas Alzamora le
había retirado su confianza a Brazzini, entre otras razones por su posible
vinculación con casos de malversación de fondos y su vehemente oposición al Hogar
de Cristo, obra que el difunto cardenal promovía, por cuanto permitía a la
población involucrarse en una acción social.
Con Cipriani, en cambio, Brazzini posee afinidad ideológica
y ambos desean encuadrar a toda la Iglesia de Lima bajo su modelo. "Gracias
a Cipriani, Brazzini tiene la oportunidad de hacer lo que hace tiempo
buscaba", comenta un sacerdote. Entre otros casos, Gutiérrez y otros
prestigiosos sacerdotes, como el marianista Eduardo Arens y el comboniano Jorge
García, director de Misión sin Fronteras, tienen que marcharse del país y se
aparta a Víctor Ferrer del rectorado de la Facultad de Teología Pontificia y
Civil de Lima.
La impunidad con que ambos obispos actúan se debe al
silencio que rodea las decisiones eclesiales, lo que les ahorra cuestionamientos
de la opinión pública. La mayoría de católicos ni siquiera sabe que Brazzini
existe. Por lo demás, hay inmensas limitaciones para una protesta dentro de la
Iglesia. Un obispo tiene poder absoluto para retirar de su jurisdicción a un
sacerdote o una congregación. Las decisiones son comunicadas en privado y a
veces sin una constancia escrita. Frente a ellas ni siquiera existen los
canales de apelación del fuero militar. Normalmente, los más conscientes de que
una destitución o un traslado han sido injustos son quienes se ven obligados a
callar: religiosos y laicos comprometidos que temen posibles represalias. Por
ello, ni los amigos o feligreses de los sacerdotes mencionados se atrevieron a
pronunciarse públicamente en su respaldo, temiendo que podrían más bien
perjudicarlos. Además, difícilmente tendrían acogida: pocos periodistas
comprenden las tendencias o conflictos intraeclesiales y temen ser tildados de
"atacar a la Iglesia".
Sin embargo, Brazzini tiene un problema: su protector se
maneja con cautela en asuntos eclesiales ("no tiene prisa", afirma el
analista mencionado, "porque cree que tiene mucho tiempo"), pero no
conoce la discreción en materia política. Ya desde antes de su llegada oficial
a Lima, Cipriani permanecía mucho tiempo en la capital para legitimar al
régimen frente a la visión más crítica de los demás obispos. Desde su
nombramiento convirtió la misa de 11 en la Catedral en un espacio para fustigar
a los opositores a Fujimori. Ni la Misión de la OEA se salvó de sus iras non sanctas, mientras pasaba por alto
el autoritarismo y los crímenes del régimen. Contra toda tradición eclesial,
Cipriani ventiló públicamente sus discrepancias con sus colegas: se opuso a la
campaña de firmas contra la deuda externa, promovida por el propio Vaticano, a
la mediación de la Iglesia entre el gobierno y la oposición e inclusive a la
misa por el Perú que se celebró en el templo de las Nazarenas.
De esta manera, logró que la opinión pública lo identificase
como fujimorista: "No escatimó esfuerzos para justificar de palabra, obra y omisión las
atrocidades del régimen anterior, sobre todo las relacionadas con la violación
de derechos humanos", precisa un alumno de la Universidad de Lima que
participó en la protesta. En términos menos litúrgicos se han expresado Mario
Vargas Llosa y Víctor Delfín.
Siendo el principal miembro del entorno fujimorista que
mantiene su poder, era para muchas personas simplemente coherente protestar en
su contra, cuando él celebró su primera misa como cardenal en la Plaza de Armas.
Ese día hubo varias protestas simbólicas: un grupo de jóvenes vestidos de negro
en señal de duelo permanecieron sentados en estoico silencio durante la misa,
portando pancartas con el sutil lema: "Augusto, te extrañamos", y
rodeados por policías armados hasta los dientes. Terminada la misa,
consiguieron llegar a la pileta donde lavaron una sotana. Como la mayoría de
católicos presentes, señalan: "Lamentamos mucho que el ala dura de la
protesta se impusiera. No avalamos los gritos de asesino, la quema de muñecos o
interrumpir la misa".
Sin embargo, antes de acudir una joven aclaró su conciencia
con un sacerdote franciscano y concluye: "Me da mucha pena que los votos
no permitan a tanta gente decir que eso no era una misa, sino una suerte de
mitin, donde había que vivar más al todopoderoso y sagrado Cipriani que al
mismo Dios". Varios sacerdotes que escuchaban la protesta desde el altar
han revelado después su admiración por la reacción popular... en la que no
faltaban tampoco los consagrados. Un religioso alemán atestigua: "Protesté
activamente porque creo que es importante hacerlo contra el único obispo en el
mundo que se ha pronunciado contra los derechos humanos y en favor de la pena
de muerte. Esas opiniones son anticristianas. El Vaticano lo nombró Arzobispo y
Cardenal contra la posición de la Conferencia Episcopal, muchas instituciones y
ciudadanos".
Los gestos simbólicos comenzaron una hora antes de la misa:
las Mujeres Católicas por la Dignidad lavaron la bandera del Vaticano, mientras
en silencio se extendía una banderola con el lema "No matarás".
Súbitamente, un contingente policial ingresó en la plaza y pretendió arrebatar
la banderola. Como claramente aparece en un vídeo, los policías actuaban a
órdenes de un grupo de individuos con walkie-talkies
y polos de la tienda E. Wong, tan vinculada a Cipriani, que a pedido suyo ha
transferido el apoyo que daba al Hogar de Cristo para la "Vicaría de la
Caridad" del arzobispo.
Los manifestantes se pusieron a gritar hasta recuperar la
banderola, pero poco a poco se vieron rodeados, recuerda una de las
organizadoras: "Nadie esperaba que nos ataquen, y menos que fuera la
Policía. Creíamos que el cambio de gobierno aseguraba un cambio en el
comportamiento de las fuerzas policiales, pero ese día se despojaron de sus
identificaciones y reprimieron con mucha fuerza. El acuerdo era retirarnos
durante la misa, no por consideración a Cipriani, sino a quienes iban a
escucharla. Si todos nos hubiésemos retirado, no le habríamos dado la excusa
perfecta a ese señor para hacerse la víctima. Pero no todos quisieron irse. Y
claro, después de tanta agresión, ¿quién iba a querer retirarse y quedarse
callado para que Cipriani pudiera oficiar su misa en paz? Era tan
contradictorio: apelaban al respeto a su libertad de expresión coartando la
nuestra. Y, sin embargo, las provocaciones y violencia directa de la Policía y
algunos grupos sólo encontraron como respuesta una protesta pacífica pero
enérgica".
Fue entonces que, ignorando los gritos, Brazzini comenzó a
proclamar en el atrio: "Acá está el pueblo que ama a su pastor",
provocando mayor indignación. "Eso era como el Poder Judicial de Fujimori;
no era realmente una misa, sino una parodia", se justifica la asesora de
un grupo parroquial de Los Olivos, que acababa de comulgar en su parroquia. Un
dirigente del MHOL añade: "Nos piden que le respetemos, cuando él nos ha
condenado tan cruelmente. ¿Cómo respetar a alguien que ha avalado la violación
de los derechos humanos?". Lo mismo argumenta la gente de La Resistencia y
de otros colectivos.
"Esto se hubiera podido evitar si la misa era en la
Catedral, como aconsejamos a Brazzini", indica el provincial de una
congregación. "Si no tienen fe, váyanse de la plaza", exclamó
indignado Cipriani durante su homilía. "Hablaba como si fuera dueño de un
lugar público, cuando todos teníamos derecho a estar allí", señala un
manifestante. De hecho, las acciones de los piquetes policiales, que desde las
avenidas Tacna y Abancay vigilaban que sólo ingresaran las pancartas que
elogiaban a Cipriani, demostraban que en todo el centro de Lima la Policía
seguía las órdenes de Cipriani y del personal de E. Wong.
Cipriani tuvo en Ayacucho bastante experiencia a cargo de
las fuerzas policiales y militares, pero en este caso su poder también se
manifestó en un amplio sector de la prensa, que minimizó la protesta o la
presentó como un "ridículo" acto de intolerancia religiosa, aunque
los manifestantes repetían hasta el cansancio: "¡No es contra la Iglesia,
es contra Cipriani!", y recomendaban: "¡Cipriani, aprende de Vargas
Alzamora!".
Su influencia en la prensa ha sido confirmada por un
reciente vídeo de Delgado Parker, pero también medios críticos a Fujimori
pasaron por alto la agresión a los manifestantes, a pesar de que sus enviados
especiales la presenciaron. Tampoco informaron que la misa se llevó a cabo sin
la presencia del Presidente y de los ministros, en un abierto desaire.
Ocultaron que la mayoría de obispos que estaban en Lima se abstuvieron de
asistir y, finalmente, que, salvo los integrantes del Opus Dei, el Sodalicio y
los neocatecumenales, había muy poca gente en la plaza. "Eso de pretender
que la gente vaya a su misa es el colmo. Se necesita que alguien le baje los
humos", corrobora una señora de San Isidro que, como la mayoría de fieles,
prefirió escuchar misa en su parroquia. Ningún medio se ha molestado por hacer
una encuesta sobre Cipriani a los feligreses de cualquier parroquia o los
integrantes de las cofradías del Cercado, algunos de los cuales, con hábito
morado puesto, ofrecieron a los manifestantes firmar cualquier pronunciamiento
contra el arzobispo.
Según un abogado cajamarquino, esta misma política de
distorsionar los hechos generó la protesta del domingo: "Cuando casi todos
los medios presentan el nombramiento de Cipriani sin cuestionamientos, no están
informando lo que ocurre realmente, sino que pretenden crear una corriente de
opinión en su favor. En ese caso, a la gente sólo le queda una protesta
pública".
Al mismo tiempo, esta actitud de la prensa ha permitido
visualizar la fortaleza del sector conservador, que no solamente está en Expreso y los sectores que fueron
abiertamente fujimoristas. Un peligro muy serio podría ser que Cipriani
consiguiera que sus actitudes elitistas, su respaldo al autoritarismo, su
menosprecio hacia los pobres (llamándolos ociosos) y rechazo a los derechos
humanos fueran asumidos también por estos medios.
A Dios rogando...
Al día siguiente, en la parroquia de Fátima, ocho obispos
presididos por Luis Bambarén celebraron otra misa por los seis meses del
fallecimiento de Vargas Alzamora. Brazzini no acudió, pero, en un gesto
sorpresivo, apareció Cipriani. No concelebró, sino que se limitó a escuchar la
misa, paradójicamente al lado de una banderola del Hogar de Cristo, en momentos
en que su recordado fundador, Martín Sánchez, ha debido trasladarse a
Cajamarca.
"¡Cómo no recordar sus palabras en favor de los
derechos humanos!", exclamó Bambarén en su homilía, siendo interrumpido
por sonoros aplausos. Todas las miradas se dirigieron a Cipriani, cuya
encendida túnica roja destacaba en el altar. La tensa ceremonia estuvo cargada
de elogios al cardenal difunto por todas las virtudes que no tenía el actual.
Al final, algunos temían que el hermano de Vargas Alzamora, que ha acusado a
Cipriani de atormentar a su predecesor hasta causarle la muerte, dijera algunas
palabras, pero sólo se leyó una carta del provincial de los jesuitas, que
comenzaba preguntándose: "¿Por qué será que han pasado seis meses y cada
vez se le quiere más?".
Acabada la misa, los obispos se retiraron y Cipriani quedó
un instante solo en el altar. En ese momento, una asistente gritó: "¡Viva
el cardenal Vargas Alzamora!", y la feligresía respondió:
"¡Viva!". "Después de esta humillación, sólo le queda a Cipriani
convertirse o vengarse", comentó un viejo ex alumno de la Inmaculada.
Su reciente ofensiva contra la ministra de la Mujer hace
pensar que ha optado por lo segundo. Como ella sostiene, Cipriani pudo
aprovechar alguna de las dos misas para disculparse por sus palabras contra los
derechos humanos y su apoyo a Fujimori, pero desechó ambas oportunidades.
Empleando sus medios afines, pretende que las críticas hacia su persona son
contra la Iglesia, pero seguramente continuarán sus exabruptos.
Cipriani era funcional a Fujimori y Montesinos, quien en el
vídeo mencionado expresa grandes simpatías por él, pero es oportuno preguntarse
si conviene a la Iglesia un arzobispo tan cuestionado y al propio Opus Dei que
su único cardenal haya hecho a mucha gente ser consciente de los
cuestionamientos hacia la "obra".
Un documento de circulación clandestina en algunas
parroquias de Lima y provincias señala que Cipriani merece ser trasladado a
Roma, pero no a presidir ninguna congregación, sino a ocupar un cargo
simbólico, hasta que medite y se convierta. Un sacerdote mexicano, de paso por
Lima, rezó hace poco en una parroquia de clase media baja "por la
conversión de monseñor Cipriani", siendo luego aplaudido vehementemente
por los asistentes. Según varios testimonios, la mitad de quienes pasan por el
confesionario se acusa de no querer a Cipriani, pero cada vez hay más católicos
que lo admiten, sin ver mayor pecado en esto.
Muchos
católicos esperan con ansia el día que Cipriani se retire, confiando que no le
tomará mucho a la Iglesia recuperarse. A las semanas que dejó Ayacucho, la
pastoral social y la pastoral juvenil surgieron con notable actividad, pero en
una sociedad más secularizada como la limeña el daño que Cipriani y Brazzini
hagan a la Iglesia, mostrándola como anacrónica e intolerante, puede ser
irreversible. (L.F. Noriega)