El deterioro del marco legal después del 11 de setiembre
Robert O. Varenik
Siempre es
bueno recordar que lo que está sucediendo fue desencadenado por los salvajes
atentados terroristas cometidos el 11 de setiembre, y que las primeras víctimas
son los miles de muertos a consecuencia de ellos.
Pero –una
vez más–, no a la barbarie contra la barbarie, por una cuestión de principios y
porque desencadena una espiral de violencia y debilita el sistema democrático,
efectos estos últimos que ya estamos experimentando en distintos escenarios.
Estados Unidos: tribunales militares, procedimientos
sumarios, interceptación telefónica, restricción de garantías para los
extranjeros, mucho de lo cual nos parece familiar a los peruanos. ¿Estados
Unidos, una de las principales democracias, reaccionando como cualquier vulgar
dictadura tercermundista? Robert O. Varenik, del Lawyers Committee, hace un
interesante análisis de los recientes cambios legales producidos como parte de
la respuesta norteamericana.
Después del 11 de setiembre
el Congreso de los Estados Unidos se encontró en el centro de un debate
extraordinariamente intenso respecto de cómo proteger a la nación de los
ataques terroristas y, al mismo tiempo, mantener las libertades que
supuestamente definen el sistema norteamericano, hasta el punto de que la
guerra es frecuentemente caracterizada como "en defensa de la
libertad". Los resultados iniciales de este proceso polémico y difícil son
alarmantes desde una perspectiva de derechos humanos.
La respuesta del Poder Legislativo a los atentados ha sido
la Ley USA Patriot Act, que entró
en vigencia a las seis semanas. Esta norma tiene 342 páginas, lo que genera el
temor bastante fundado de que muchos congresistas y senadores no han tenido la
posibilidad de analizar varios puntos fundamentales antes de votar. Propuestas
legislativas adicionales, algunas que buscan imponer límites en las
incrementadas facultades del Ejecutivo y otras que las quieren incrementar aún
más, se encuentran ahora en borrador, pero el deseo del Congreso es tomar temas
internos antes de las vacaciones de Navidad, lo cual hace improbable algún
cambio antes del próximo año.
Sin embargo, en este cambiante panorama legal, la
legislación no es el único instrumento para el cambio, y en algunas áreas
tampoco es el instrumento fundamental. Como su inmediata predecesora, la
administración de Bush ha hecho ya un uso bastante extenso de las órdenes del
Poder Ejecutivo y las disposiciones de las agencias que tienen fuerza de ley
para generar significativos cambios a la política norteamericana dentro y fuera
de los Estados Unidos. También ha buscado concesiones respecto de ciertas
disposiciones legales que permiten cambios en la política y en algunos casos
simplemente ha revocado o reescrito las líneas de trabajo de las agencias, para
generar drásticos cambios en las prácticas administrativas.
Las áreas en las que los recientes cambios tendrán un
impacto significativo sobre los derechos humanos incluyen las facultades para
detener extranjeros, vigilancia electrónica, proceso de supuestos miembros de
Al Qaeda u organizaciones talibanes y la revisión judicial.
Detención
de extranjeros
La norma aprobada por el Congreso permite al fiscal general
"certificar" que un extranjero es un terrorista si tiene suficientes
fundamentos para creer que es una amenaza para la seguridad nacional. Una vez
que esta certificación es realizada, es obligatorio detener al extranjero. Las
enmiendas de último minuto a la norma han establecido que el fiscal general
debe especificar el crimen por el cual se acusa al extranjero (lo que puede
incluir cualquier tipo de falta, no relacionada con terrorismo), y que debe
iniciar un procedimiento de deportación o poner en libertad a la persona
después de siete días de detención, pero no hay límites efectivos respecto de
por cuánto tiempo el gobierno puede mantener detenido a un extranjero que no ha
sido acusado pero ha violado las normas migratorias. Para aquellos que no
pueden ser deportados porque carecen de documentos de viaje o porque su país de
origen no los va a recibir –un escenario bastante probable si el gobierno de
Estados Unidos los califica de terroristas–, esto implicará una prolongada
detención.
Si tal cosa sucede, el fiscal
general debe renovar la certificación después de seis meses o dejar en libertad
a la persona. El Congreso también ha requerido al Departamento de Justicia
informar cada seis meses sobre la implementación de estas nuevas facultades.
Lamentablemente, la norma no proporciona ninguna guía o
lineamiento para la certificación de una persona como terrorista, dejándolo a
la inusitadamente amplia discreción del fiscal general. El Ejecutivo planteó
inclusive que estas detenciones no fueran revisables por los tribunales
federales, pero esto ya no fue admitido por el Congreso. Sin embargo, una
carencia importante es que no se indica cuáles serán las pruebas o los factores
que los tribunales deberían tomar en cuenta cuando revisen la razonabilidad de
la decisión del fiscal general para "certificar" y detener a un
extranjero.
Por otro lado, la amplia definición de lo que constituyen
actividades terroristas no parece generar muchas esperanzas de una aplicación
cuidadosa de la ley. El Departamento de Estado ha recibido la facultad de
designar cualquier grupo, extranjero o nacional (esto último por vez primera),
como una organización terrorista, y esta designación no puede ser cuestionada
por los tribunales. Esto implica que virtualmente cualquier actividad violenta,
como por ejemplo hechos menores de vandalismo u otras tácticas empleadas
durante la conferencia de la Organización Mundial del Comercio en Seattle,
generaría que las organizaciones involucradas estarían bajo la misma
consideración de terroristas que Al Qaeda.
Solicitar o proveer apoyo material, a veces simplemente pagando
cuotas, para una organización no
designada como una amenaza terrorista, puede llevar a detención y deportación,
a menos que el extranjero pueda probar que "no sabía y no debía
razonablemente haber sabido que las contribuciones servirían para promover las
actividades terroristas de la organización".
Las nuevas normas de inmigración relacionadas son
particularmente preocupantes cuando se manejan en concordancia con la Ley
General Antiterrorista de 1995, que permite el uso de pruebas secretas en los
procedimientos de deportación de extranjeros considerados terroristas. El
gobierno sólo está obligado a proporcionar un resumen de las pruebas secretas,
y aun para esta obligación existe una excepción basada en razones de seguridad
nacional.
Vigilancia
La norma aprobada por el Congreso expande cuatro
instrumentos tradicionales de vigilancia: interceptación telefónica, ingreso a
domicilios, órdenes de pen/trap
(que "capturan" determinados teléfonos o direcciones electrónicas) y
medidas de control específico (subpoenas).
De la misma forma, se han expandido las normas en relación con la Ley sobre
Vigilancia por Agencias Extranjeras, que permiten a agencias de inteligencia de
otros países actuar en los Estados Unidos.
Durante el debate legislativo fueron especialmente
preocupantes las normas sobre la interceptación de las comunicaciones. El FBI y
la CIA pueden ahora actuar sobre cualquier teléfono o computadora, sin
demostrar siquiera que están siendo empleados por un sospechoso o por alguien
sobre el que existe una orden de investigación. El gobierno puede actualmente
disponer todas las interceptaciones mencionadas en cualquier persona o entidad
a nivel nacional, sin establecer mayores precisiones. El gobierno no está obligado
a mostrar en un tribunal que la información o comunicación que se obtenga
tendrá relevancia en una investigación penal.
Uno de los cambios más significativos se refiere a las
reglas sobre el traslado de información entre las instancias de inteligencia y
las agencias a cargo de aplicar la ley (Policía o FBI). Con las normas
anteriores, estas últimas tenían restricciones constitucionales para la
obtención de información. En cambio, para las agencias de inteligencia es fácil
obtener esta autorización en tribunales especiales, que solamente en los
últimos 20 años han rechazado una vez la solicitud del gobierno para entablar
un procedimiento de vigilancia.
La USA Patriot Act rompe esta
distinción, haciendo más fácil emplear los procedimientos de inteligencia en
las investigaciones penales en los casos en que el gobierno certifique que
puede haber información de inteligencia importante. De esta forma, inclusive
una investigación policial normal puede explotar las facilidades que se
brindaban a los procedimientos de inteligencia, en tanto el gobierno considere
que existe una conexión.
Como se indica por los
antecedentes, los tribunales especiales no consideran su función la revisión de
las afirmaciones del gobierno, a diferencia de los tribunales penales, que
precisamente tienen esta labor, antes de permitir al Estado invadir la vida
privada de una persona. Así, la Policía o el FBI pueden obtener información a
la que normalmente no tendrían derecho.
Órdenes
del Ejecutivo: Asesinatos y tribunales militares
Poco después de los atentados, el
presidente Bush dictó una orden a la CIA para el hallazgo y el asesinato de
Osama bin Laden, lo que generó cierta preocupación de que su gobierno estaba
vulnerando la prohibición que tiene el propio gobierno norteamericano de
ordenar el homicidio de una persona. Sin embargo, parece ser que los
funcionarios estadounidenses han buscado justificar esta acción en que bin
Laden como tal es un blanco militar aceptable bajo el Derecho Internacional y
que no se estaría en un cambio general de política.
Una orden más reciente del
Ejecutivo generó mayor debate en el medio legal, por autorizar el
establecimiento de tribunales militares para extranjeros que el Presidente
determine ser miembros de Al Qaeda, haber participado, colaborado o conspirado
para cometer actos de terrorismo internacional destinados a dañar a los Estados
Unidos o haber dado refugio a terroristas o miembros de Al Qaeda.
Los juicios ante un tribunal
militar se realizarían en interés de los Estados Unidos, y el secretario de
Defensa está autorizado para diseñar las normas de procedimiento del mencionado
tribunal. La orden parece haber eliminado las protecciones establecidas en la
Constitución en los juicios civiles y las normas sobre debido proceso
existentes en el Código Militar en relación con una Corte Marcial. Aunque los
funcionarios del gobierno han intentado otras explicaciones, la orden también
prohíbe explícitamente cualquier revisión judicial o recurso legal en relación
con la detención o el proceso. Dada la presión existente, la administración de
Bush ha indicado que no buscará emplear estos tribunales contra individuos
arrestados en los Estados Unidos, una precisión que puede no tranquilizar a
quienes, como el gobierno de España, han anunciado que no extraditará a ocho
sospechosos a menos que sean juzgados en tribunales civiles.
El
papel del Poder Judicial
En muchas de las medidas tomadas
después del 11 de setiembre existe una evidente predilección del gobierno por
escapar del control de los tribunales. Como las ONG de los Esados Unidos decían
repetidas veces de las decisiones de otros gobiernos (incluyendo, bastante
frecuentemente, el de Fujimori), disminuir la facultad de control del Poder
Judicial es un golpe directo al Estado de derecho y la protección de los
derechos humanos. En los Estados Unidos, las cortes federales deberán
indudablemente revisar muchas de estas nuevas medidas.
Una acción legal ha sido ya planteada enfrentando el
rechazo del gobierno a proporcionar información sobre los extranjeros detenidos.
Hay abogados que están buscando individuos cuyo tratamiento permita subrayar
estos asuntos y sirvan como una especie de test de cómo está actuando el sistema. Por ahora, sin embargo,
la atención más importante seguramente seguirá en el Congreso, mientras la
comunidad de derechos humanos busca que los legisladores acepten reducir
algunas de las facultades del Ejecutivo o ejerzan mayor vigilancia sobre las
agencias federales. (Traducción:
Wilfredo Ardito)