De revoluciones y carreteras

De revoluciones y carreteras

Stefano Corzo Vargas

El local de Perú Libre en Tumbes —ubicado en medio del Jirón Huáscar, en una de las principales arterias comerciales de la ciudad— alberga a uno de los fundadores del partido. Manuel Godofredo Jiménez Castillo, de 76 años, periodista y secretario general regional, todavía puede escuchar las arengas que llenaban la Plaza Grau del distrito Andrés Araujo Morán solo hace unas semanas.

«— ¡Urgente, urgente, Pedro presidente!

—¡Hay oro, plata y cobre y el pueblo sigue pobre!»

Manuel Jiménez las recuerda bien porque estaba allí, justo al costado derecho del profesor Pedro Castillo, durante el mitin que este realizó en la ciudad en medio de su gira por el norte del país. 

En su incursión como congresista con el número uno por el partido del lápiz por Tumbes obtuvo 1153 votos.

Según el conteo oficial de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), el departamento de Tumbes cuenta con 167 771 electores hábiles. En la primera vuelta electoral, Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori arrasó con el 37 % de los votos válidos emitidos. El Partido Político Nacional Perú Libre quedó en cuarto lugar con el 7.7 %. Pese a que la candidata de la K es dominante en la región, Manuel Jiménez se mantiene optimista.

            —Estoy seguro de que vamos a ganar en Tumbes. Esta vez vamos a tener personeros en todas las mesas. Es un hecho histórico. No vamos a permitir que nos roben votos de nuevo.

            Con esta última frase su mente parece volver al mitin de aquella tarde. Ese día, Castillo cerró su intervención instando a los presentes a inscribirse como personeros y ser vigilantes del voto en la segunda vuelta.

            «—Querido hermanos, voy a terminar agradeciendo a todos y cada uno de ustedes. Cada uno de ustedes defendamos el voto en condición de personeros. Porque acá en Tumbes, en la primera vuelta, nos habían robado siete mil votos, eligiendo a personas que no son Tumbesinos. ¡Y esos votos tenemos que recuperarlos!» —exclamó Castillo hacía la multitud que se había congregado para verlo.

            Sin poder terminar su breve presentación, las arengas nuevamente cobran vida.

            «— ¡El pueblo unido, jamás será vencido!

—¡Somos maestros y no terroristas!»

            Manuel Jiménez —encargado de movilizar y coordinar con las ochenta bases que conforman el Frente de Defensa y Apoyo por Pedro Castillo en Tumbes— coincide con la apreciación del profesor, aunque según su calculó, el número de votos perdidos de esta manera estaría más en el rango de «cinco a seis mil».

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            Mientras responde nuestras preguntas, varias personas, en su mayoría jóvenes, se le aproximan con cautela para recibir indicaciones sobre las actividades proselitistas bajo su mando. De repente, baja la voz, susurra algo casi imperceptible y, como si sus dedos hablaran, apunta a varios de los objetos desparramados al largo del espacio donde ocupa sus tardes: pancartas, volantes, parlantes.

            En silencio, los jóvenes suben las cosas a sus mototaxis y desaparecen.

Estos vehículos —esenciales para el transporte urbano en varias ciudades del país— también son eficientes herramientas de campaña. Y en Tumbes, debido al cierre de la frontera con Ecuador desde el inicio de la pandemia, los mototaxis no solo sirven para la difusión de ideologías políticas sino de tragedias panamericanas: el transporte rápido y clandestino de migrantes, principalmente venezolanos, que diaria e irregularmente ingresan al país.

Sin citar fuentes, Manuel Jiménez responde las interrogantes que mi colega le plantea sobre el tema.

—Pese a que el ingreso al país está prohibido, diariamente entran más de 200 migrantes a través de la frontera —apunta—. Tener las fronteras cerradas solo fomenta la corrupción.

—¿Qué debería hacerse entonces?

—Se deberían abrir las fronteras.

—¿Y los migrantes?

—Debería regresarse a todos aquellos que no tengan trabajo.

En Tumbes la migración se ha convertido en una actividad económica complementaria para gran parte de la población. El cierre de la frontera ha forzado un estrangulamiento económico sobre la región que, a su vez, ha generado nuevas dinámicas basadas en el traslado de migrantes irregulares.

Hay un costo para salir de Ecuador, un costo para entrar a Perú, un costo para movilizarse de las trochas cercanas al río Zarumilla a Aguas Verdes, un costo para ir de Aguas Verdes a Tumbes, un costo para salir de Tumbes y un costo para mantener tu vida y tus pertenencias intactas a lo largo de este trayecto.

En otras palabras, la migración se ha convertido en una especie de caja chica de la economía local.

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De sus cuatro hijos, el que Manuel Jiménez recuerda mientras conversamos se llama Salvador Allende Jiménez Paz Soldán.

            Recuerda que no quisieron aceptar la inscripción de su nombre cuando fue a registrarlo y se ríe cuando nos lo cuenta.

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La aparición de misteriosos carteles «en contra del comunismo» dispersos por distintas partes de la capital y la clara alusión a la situación del país llanero demuestran el grado de polarización que se ha generado en esta segunda vuelta.

            Pero a Manuel Jiménez ese tema lo tiene despreocupado.  

            —¿Qué país verdaderamente comunista existe en el mundo? —pregunta en voz alta—. 

            Un par de jóvenes, quienes minutos antes se acomodaron en un extremo de la sala donde conversamos, escuchan sus palabras con atención.

            —Venezuela fue una cuestión singular porque Chávez fue militar. Además, se debe considerar el hecho de no haber diversificado la economía venezolana y el efecto del boicot de Estados Unidos.

            El espeso y cálido aire tumbesino lo obliga a bajarse la mascarilla roja que tiene puesta y que lleva un lápiz estampado en cada lado. Se seca la boca y la frente y, con la mascarilla sentada debajo de su mentón, continua.

            —Le quieren echar la culpa al progresismo de todo lo que está mal en el mundo.

            Cuando procedemos a preguntarle sobre el impacto de los carteles aduce que se trataría de una «campaña de miedo» que busca mantener el status quo.

            Luego, al increparle por las últimas encuestas que cierran cada vez más la amplia brecha inicial entre los candidatos su respuesta es rápida: un rechazo tajante hacía ellas.

            —Las encuestas son un instrumento de la derecha cavernaria para manipular la opinión pública —recalca—.  Solo miren lo que pasó con la subida y caída de Acción Popular en la primera vuelta.

            Se detiene un instante para mirar al suelo. En ese vistazo atrapa los ojos atentos de las personas que ocupan el local de campaña y, ahora, han parado lo que estaban haciendo para escucharlo.

Durante varios minutos, Manuel Jiménez procede a describir con elogios lo logrado por Rafael Correa en Ecuador, tierra de su madre, durante diez años de «Revolución Ciudadana». Se detiene con particular énfasis en las mejoras realizadas a los sistemas de carreteras y pistas que convirtieron a Ecuador en uno de los países con mejor infraestructura vial de la región.

Irónicamente, los casi 10 000 kilómetros de carreteras construidas por una «revolución» se han convertido en un paso obligatorio para quienes buscan entrar a nuestro país escapando de otra: protagonistas involuntarios de estas elecciones.

            —Nos quieren vincular con Venezuela, pero nosotros estamos mirando a Ecuador. Ecuador ha cambiado totalmente y eso es lo que hay que hacer en Perú.  

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            Un par de veces por semana, Manuel Jiménez dirige un programa de corte político llamado «La hora de los pueblos» en un canal local.

No especifica si el nombre proviene del título de una de las últimas obras que Juan Perón escribió en 1968. Un libro dedicado a exponer y criticar el orden imperialista que, según Perón, se estaba imponiendo en la región durante la época a través de recetas económicas dictadas por agencias financieras internacionales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). La pregunta tampoco surge, pero para Manuel Jiménez el FMI es uno de los responsables del «sistema opresor» que actualmente su partido buscar combatir.

Después de posar para nuestras cámaras, nos dice que le encantaría conversar con nosotros en su programa en una próxima y pronta fecha. Intercambiamos números, pero la reunión nunca se concretiza.

            Durante las tardes, Manuel Jiménez se sienta en el local del partido en el Jirón Huáscar y piensa en las arengas y los mítines que pasaron y en los que vendrán. Se sienta y recuerda.

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