El hombre que gritó “paz”
Su cuerpo estaba maltrecho. Una bala le perforó el abdomen. Luego tuvo que soportar un juicio de dos años sentado en una banca, a veces dormitando. Con mucha dignidad respiró el aire enrarecido de la sala de audiencias de Bagua y escuchó las terribles acusaciones de homicidio calificado, lesiones graves y otras por las que se pedía, para él y los otros líderes, cadena perpetua.
Se le notaba decaído y cansado. Su salud era precaria y el pronóstico reservado. Pero resistió durante 11 años, a pesar de la diabetes y otras complicaciones. Hasta que, como una hoja al viento, llegó el coronavirus a territorio awajún y se lo llevó.
Para su pueblo era como un Lázaro: fue declarado muerto durante 24 horas, y después resucitó en un triste hospital de Chiclayo. Ayer ya no pudo resucitar nuevamente.
Para entender lo que ocurrió, debemos retroceder al 5 de junio del 2009. Santiago Manuin Valera estaba en la Curva del Diablo y se disponía a organizar el retiro de los 1500 manifestantes que se habían agrupado en el lugar para impedir el pase de los camiones. Era intergrante del comité de lucha del pueblo awajún que protestaba por la aprobación de decretos que ponían en peligro su territorio.
A las 6.15 de la mañana, dos grupos de manifestantes que vigilaban el cerro vieron en la altura a 58 oficiales armados con fusiles AKG. Pensaron que era una trampa para cercarlos y lanzaron cohetes avellana para alertar a los que se agrupaban en la carretera. Los DINOES les arrrojaron bombas lacrimógenas y los indígenas les contestaron con piedras. Se acordó que un grupo subiera los 1000 metros para dialogar con la policía. Santiago Manuin estaba entre ellos. Se les acercó con las manos en alto gritando: “¡Qué hacen! Ya nos vamos a retirar. ¡Paz, paz!”. Dos tiros de AKM disparados desde atrás hirieron a manifestantes en la segunda línea. Un tercer tiro mató a uno de ellos. El cuarto tiro alcanzó a Manuin, quien cayó al suelo .
A sus 50 años perdió 50 centímetros de intestino delgado. Quizás lo salvó la fe, ya que era un católico practicante. Iba a la misa, pero también asistía a las sesiones de toé para recibir la visión de Ajotab. Así, débil y enfermo,se las ingeniaba para recorrer los ríos de las cinco cuencas de Santa María de Nieva.
A Santiago Manuin, quien fue presidente del Consejo Aguaruna-Huambisa y consejero regional de Santa María de Nieva, se le acusó de ser el instigador de gravísimos delitos. El día que fue interrogado en el juicio habló en su idioma con voz imponente, como si una energía ancestral hubiera tomado posesión de su cuerpo contraído. En ese momento, quienes lo conocían reconocieron a su líder, que no se asemejaba para nada al hombre rebosante de salud y con treinta y tantos kilos que había sido antes del Baguazo, y que, siguiendo las costumbres matrimoniales del pueblo awajun, tuvo14 hijos.
El día de su interrogatorio, los magistrados y el fiscal no tenían la menor idea de quién tenían frente a ellos. El perfil de ninguno de ellos aparecía en la web, en cambio el de Santiago estaba en varios sitios. Wikipedia dice que “es un reconocido dirigente indígena de la selva del Perú, que dedica su vida a la protección de la naturaleza y a la promoción del desarrollo de las comunidades indígenas”. Tampoco sabían que el señor que cabeceaba en las audiencias era un experto en derechos humanos, y que contaba con una maestría otorgada por la Universidad de Deusto, en Navarra. En los años de la violencia política, su organización indígena impidió que el MRTA ingrese a sus territorios, y erradicó los cultivos de amapola y coca de la zona.
Hubo momentos contundentes en ese juicio, en los que el líder histórico apareció en toda su grandeza. Sacó fuerzas de flaqueza y sostuvo con énfasis que él no practicaba la violencia y que se enteró de las muertes de los policías mucho después, cuando estaba grave, inmovilizado en una cama. “En el hospital los doctores no querían que me contaran. Cuando me comunicaron que los 23 policías habían muerto por cumplir órdenes, me dio pena y lloré”, declaró.
Se ha ido un gran awajun. Uno que creía en la paz y crecía ante la adversidad.
Foto: Caaap