Junior Ramírez, xenofobia y desprotección laboral en el caso de los repartidores de comida
Stefano Corzo Vargas / Investigador IDL-SC
Hace un par de días —en medio de la resaca producida por la crisis política más reciente y aún irresuelta en el país— se viralizó un video en redes donde uno de los peores lastres de nuestra sociedad nuevamente se hizo presente. El ciudadano venezolano Junior Ramírez, joven repartidor de la empresa Rappi, grabó los insultos y agresiones que tuvo que soportar luego de entregar un pedido en el domicilio de Guillermo Miranda, empresario con residencia en el distrito de Miraflores.
En el video se presencia la agresividad y comportamiento beligerante de Miranda contra Ramírez luego de que este último se aproximará para informarle que, por un error del restaurante encargado de preparar y empacar los alimentos, una de las bebidas se había salido de su envase mojando parte del envoltorio.
Guillermo Miranda no tuvo reparos en su respuesta: “Estoy harto de ustedes [. . .] Quieres que te mande de un combo a tu [insulto] país [. . .]”. Eso fue lo último que pudo grabar Ramírez mientras retrocedía y procedía a retirarse de aquel lugar ante la inminente agresión física que parecía querer iniciar Miranda.
El video demoró un par de horas en viralizarse. Para el día siguiente se conocía el nombre completo de Miranda, así como la ocupación que desempeñaba y otros datos vinculados a la empresa que dirige. Seguramente fue este hecho —ser sometido al escrutinio y juicio público por su deplorable accionar en redes sociales, como también ver a su empresa afectada— que propició a que Miranda grabe y difunda un video de disculpas por una página de noticias en Facebook].
Pero seguramente también lo fue saber (o quizás enterarse) de que la discriminación es un delito en el Perú.
La respuesta institucional al accionar de Mirando fue contundente. La Municipalidad de Miraflores, mediante la cuenta de Twitter de su alcalde (Lucho Molina Arles), comunicó sobre la sanción que se le había impuesto al infractor por violar los contenidos de la Ordenanza Municipal N.º 437 que prohíbe la discriminación. El representante de la República Bolivariana de Venezuela en Perú, Carlos Scull, también se pronunció a través de sus redes sobre lo ocurrido. Por su parte, la Defensoría también tomó conocimiento del caso.
La respuesta social, sin embargo, deja todavía mucho que desear. Ni bien se conoció el caso de la agresión discriminatoria en contra de Junior Ramírez, una serie de “influencers” y personajes mediáticos utilizaron sus recursos y redes para ubicarlo. Osito Lima, el controversial y enmascarado personaje surgido durante la pandemia, publicó un video de su encuentro con Ramírez. En él se ve como —luego de pedirle disculpas en “nombre de todos los peruanos” — le entrega una suma de dinero equivalente a lo que, según el propio Ramírez, lograría ganar en varios días de trabajo como repartidor.
Por la noche, las cosas no mejorarían. En un conocido programa de espectáculos nocturno y durante una hora, Ramírez tendría que enfrentar a su agresor y nuevamente revivir los hechos de violencia de los cuales fue víctima para el morbo de la audiencia y de su conductora. Una y otra vez la conductora evocaba las sensaciones de indignación y maltrato que pudo haber sentido la víctima para que él las interprete frente a la mirada vacía de su atacante; mientras ella intentaba hacer explicaciones demagógicas sobre la reconciliación, paz y respeto que debe existir entre peruanos y venezolanos para su público.
Evidentemente, Ramírez acudió al programa por su propia voluntad, pero: ¿qué otras alternativas le quedan a una persona qué debe afrontar un proceso tan humillante y doloroso en un país extraño al suyo en una búsqueda por justicia que incluso para muchos peruanos todavía es esquiva?
Durante el programa, Ramírez dejó clara su posición de continuar con la demanda que había presentado por discriminación ante la Policía. Quizás a ello se deba que en la mañana después de su aparición televisiva, Miranda fue captado intentando abordar un vuelo a Los Ángeles desde el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Afortunadamente, la aerolínea a cargo del vuelo tuvo la entereza de “reservar el derecho de embarque” a Miranda ante la información que habían recibido sobre la investigación que la Segunda Fiscalía Provincial Penal de Miraflores había abierto en su contra.
Según la Encuesta de Opinión a Población Migrante Venezolana para junio de 2020, realizada por la organización Equilibrium CenDE, el 53.5 % de los encuestados afirmó trabajar de manera independiente. El 2.9 % de la población encuestada también manifestó trabajar como “repartidor y/o mensajero”. La gran mayoría (86.7 %) no cuenta con un contrato de trabajo y el 40.6 % manifiesta que la discriminación y estigmatización sufridas a causa de su nacionalidad son las principales dificultades que enfrentan para lograr insertarse en el mercado laboral.
En una reciente entrevista, Alejandra Dinegro, socióloga y directora del Observatorio de Plataformas Perú presentó algunos resultados preliminares de la investigación que dicha organización viene realizando sobre los aplicativos de delivery y los repartidores de los mismos en el país. Un denominador común del estudio entre la mayoría de encuestados (66 %) es haber sido insultados por su nacionalidad durante la realización de su trabajo, ya que la mayoría de ellos (67 %) son venezolanos. Incluso, son varios los casos reportados de personas que solicitan de manera explícita a través de los respectivos aplicativos utilizados que sus repartidores no sean extranjeros, por no decir venezolanos.
El vacío legal y desprotección laboral que existe en torno al uso de estos aplicativos, la mayor proporción de migrantes venezolanos trabajando en ellos y la naturaleza esencial de esta labor en un contexto de pandemia demuestra la vulnerabilidad multidimensional de la cual personas como Junior Ramírez son sujetos.
Quizás el caso de Ramírez pueda llegar a buen puerto y sentar un precedente necesario sobre el cual construir un armazón sólido que no solamente visibilice y resuelva una problemática, sino que nos lleve en el camino de ser cada vez una mejor sociedad, más inclusiva y solidaria.