Prohibido ser pobre: buscando chivos expiatorios en las calles

Prohibido ser pobre: buscando chivos expiatorios en las calles

Aldo Pecho Gonzáles

Alonzo Cárdenas Vera Pinto

Cuando empezaba la década del 2000, con el retorno a la democracia, si uno se daba una vuelta por alguno de los distritos más populosos de la capital, era muy común ver personas en situación de calle, vendedores ambulantes, niños sin hogar, adultos mayores pidiendo limosna… Bueno, no mucho ha cambiado desde ese entonces. Uno de los más groseros “triunfos” del fujimorismo, por esos tiempos, fue haber dejado al país con más del 50 % de pobreza. En la actualidad, con el maquillaje aprendido por el INEI durante varios años, tan solo basta con tener poco más de 1400 soles para dejar de ser pobre. Gajes del modelo, vamos a pensar.

En los 2000, era muy común también ver que los noticiarios pusieran en fila sus baterías contra cierto tipo de “delincuencia”, o lo que creían delincuencia. Y casi siempre había un punto común sobre quién era el delincuente: una persona de ropa vieja, piel oscura, trabajador informal, que vivía en las periferias de la ciudad o en los barrios decadentes del centro. Porque si era pobre, debía ser delincuente, cómo no. Si se acercaba un contador de historias y ponía entre sus manos alguna golosina (“sin compromiso, señores”) para darle un empujoncito a sus ventas, también debía ser delincuente. Y si un niño subía a los microbuses y tarareaba una canción, seguro era un delincuente, cuide su cartera.

Durante muchos años, las personas han confundido su incomodidad en los espacios públicos —justificadamente o no—, asociando a un “otro” marginalizado con la delincuencia. Pero esto alcanzó los límites del paroxismo, con las instituciones del Estado haciendo eco de temores azuzados, altamente inflamados. Ayer finalmente se publicó la Ordenanza N.° 2538, “Ordenanza que Prohíbe Realizar Servicios de Limpieza de Parabrisas u Otras Partes del Vehículo en Lima Metropolitana”, bajo la rúbrica del alcalde López Aliaga. Es una norma que toma por excusa “salvaguardar la salud, integridad y seguridad de los conductores y ocupantes de los vehículos que transitan en Lima Metropolitana, que se ven amenazados en su seguridad por personas que, trasgrediendo las normas de tránsito, ingresan a las vías a ofrecer servicios de limpieza de parabrisas u otras partes del vehículo”.

Esta ordenanza criminaliza claramente el oficio de limpiaparabrisas, tomándolo como chivo expiatorio de la seguridad ciudadana. Si este es un foco de peligro para conductores, ¿entonces con esta ordenanza van a bajar los indicadores delictivos mágicamente? Nos preguntamos cuántos delitos realmente están asociados con este oficio, ¿existe una data estadística al respecto que sea considerable? Y de ser así, ¿por qué la Policía no capturó antes a personas que eran fácilmente detectables como perpetradores delictivos? La respuesta cae por su propio peso. El oficio de limpiaparabrisas no es ni ha sido un peligro en sí para la seguridad ciudadana. Que inescrupulosos se aprovechen de ello para amenazar, robar u hacer otros delitos no han sido más que casos aislados, inflados mediáticamente y aprovechados por el poder político para resolver los problemas de la inseguridad con la vieja carta confiable: la mano dura.

Y si el amigo lector se pregunta si en algún momento hemos sentido incomodidad de que un limpiaparabrisas quiera limpiar “a la fuerza” el vehículo donde estamos, pues le diremos que sí. En algún momento ha ocurrido, así como en muchos otros, respetuosamente, se han ido de largo buscando otro vehículo. Y también le diremos que no podemos confundir esta incomodidad equiparándola con un acto delictivo, creyendo que es una amenaza o un intento de robo. Si así lo fuera, gracias a la ordenanza hemos dejado “desempleados” a delincuentes nunca atrapados por las fuerzas del orden, que ahora buscarán otras alternativas para perpetrar delitos. Pero no lo es: les estamos quitando más bien las posibilidades de trabajo a personas altamente precarizadas, expoliadas por nuestro bienamado modelo de desarrollo y, peor aún, tildándolas de delincuentes.

¿Por qué se criminaliza la pobreza? Sencillamente, porque resulta incómoda, porque es el eslabón más débil de la cadena, porque no tiene poder para contestar, porque así desviamos el foco de atención de los problemas reales del país. Desde hace meses, nos encontramos virando hacia un sistema político altamente autoritario, que ahora tiene efectos sobre las condiciones sociales (y económicas) de las personas; lamentablemente las que tienen menos recursos son quienes afrontan sus primeros estragos. En estas condiciones, en algún momento no solo se prohibirá el oficio de limpiaparabrisas, sino el comercio ambulatorio, los artistas de la calle, los vendedores de libros en los buses, entre otros. En pocas palabras, prohibido ser pobre en un país donde los derechos cada vez son más reducidos al antojo, prejuicio y conveniencia de quienes detentan el poder, para quienes quieren ocultar las deficiencias de este país precarizado y cómo lo manejan.

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