Ronderos del sur andino: muy lejos del MINSA
Nancy Mejía, Área de Seguridad Ciudadana del IDL
La pandemia ha desestabilizado y aislado a varios sectores de la población. Las zonas rurales del sur andino no son la excepción. En esta oportunidad nos vamos a enfocar en la situación de los ronderos de Cusco, Puno y Ayacucho frente a la pandemia. Si bien ellos están lejos del caos en el que está inmerso el sistema de salud, del derrumbe económico en las ciudades y de las crisis que afectan la salud mental por el encierro y la incertidumbre, conviven con otro tipo de problemas y son víctimas de otro tipo de estragos.
Chumbivilcas, Cusco
Reynaldo Tarapacá es el coordinador regional de las rondas campesinas del Cusco. Él vive en Chumbivilcas, a 4,800 metros sobre el nivel del mar y a ocho horas de la ciudad del Cusco. En su zona saben que existen las pruebas moleculares, pero hasta ahora no ha llegado ni una por ahí. Sostiene: “Tenemos miedo de ir a un hospital porque todo el que entra allí sale con Covid. No confiamos en el sistema de salud. Sabemos que si nos contagiamos y nos ponemos graves, no vamos a ser recibidos en las emergencias por la escasez de camas que hay en los hospitales de la región Cusco. La gente de las alturas siente terror de contagiarse porque sabe que nadie le brindará atención.”
La población se ha estado cuidando de manera preventiva con hierbas medicinales: toman sasawe , eucalipto y otras infusiones durante el día. “También preparamos alcohol medicinal. En una botella de alcohol le echamos ramas de sasawe, alcanfor, eucalipto y nos desinfectamos las manos con eso”, afirma Reynaldo.
Muy rara vez llega el personal del Ministerio de Salud a las comunidades de Chumbivilcas y, cuando lo hace, la gente no quiere salir, se esconde porque piensa que llegan a ponerles la vacuna. El rondero sostiene que no tienen información, que no les han explicado por qué es importante vacunarse y, sobre todo, que no les va a causar ningún daño. Muchos creen que las plantas medicinales que han usado por siglos con buenos resultados los van a proteger del temible Covid 19.
El dirigente aprovecha para hablar de una propuesta que tienen bajo la manga hace muchos años: “Escuchen a los ronderos. Nosotros tenemos la propuesta de creación de una universidad intercultural; un centro donde se investigue las propiedades de todas las plantas medicinales que existen”.
Frente a esta situación de desinformación y de desconocimiento, propone que una delegación de 20 líderes ronderos se reúna con el gobernador regional del Cusco, con los representantes del sector Salud, con el Comando Covid de la región y con el sector Educación. “Queremos conocer la realidad de la mortalidad y el reconocimiento de ley de las necropsias de los fallecidos. Que nos digan la verdad sobre la situación de la pandemia en el Cusco, qué medidas se están tomando frente a la emergencia y cuál va hacer el trabajo de coordinación con las comunidades para enfrentar el problema”, enumera.
La pandemia ha alterado otros aspectos de su vida. Por ejemplo, el año escolar. Reynaldo manifiesta que los niños no tienen celulares; los padres les dan los suyos, pero tienen que hacer continuas recargas. La señal de internet no llega todo el día a las zonas más altas. Explica: “Los profesores han intentado usar el guasap para realizar las clases; pero, por ejemplo, de 20 alumnos que tienen por clase solo siete se pueden conectar, y el resto tiene que ingeniársela para ponerse al día o pierden las clases. Por eso, hay muchos que ya no estudian”.
Como parte de su imparable trabajo, las rondas continúan interviniendo en los casos de violencia familiar. Por eso, Reynaldo es una voz autorizada que confirma que este tipo de violencia se ha hecho más común con el confinamiento. Asimismo, el número de mujeres abandonadas ha aumentado.
El control de los visitantes a las comunidades es una nueva labor que han sumado a las tantas que realizan. Desde que empezó la pandemia, les exigen a las personas que llegan a las comunidades que realicen cuarentenas y se aíslen para evitar posibles contagios de las familias que viven en el lugar.
Ellos han elaborado una hoja de ruta para realizar su trabajo, y una de sus banderas es el respeto de los protocolos: guardan el distanciamiento social, usan mascarillas, se lavan las manos y tienen todos los cuidados necesarios. Cuando tienen que resolver un problema en alguna comunidad, solo convocan al presidente de la misma y a algunos de los involucrados, y con ellos firman el acta del acuerdo al que han llegado. Le han dicho adiós a las masivas asambleas de las rondas hasta nuevo aviso. Ahora las reuniones son de unos pocos.
Azángaro, Puno
Puno es un departamento que recién en los últimos meses ha sido fuertemente afectado por la pandemia. Zacarías Incacari es el presidente de la Central de Rondas Campesinas del distrito Chupa, en Azángaro, ubicado a una hora y media de la capital del altiplano.
La vida de los ronderos se ha visto alterada porque sus reuniones y asambleas – que eran el elemento clave para mantener la cohesión de la organización – se han espaciado y sus convocatorias ya no son amplias. Además, ahora los temas de salud han sido incorporados a su agenda.
Ellos dan el ejemplo y se esmeran por mantener los cuidados y el respeto a los protocolos de seguridad durante la pandemia. Están tratando de concientizar a la población y brindar información sobre el uso de la mascarilla, el distanciamiento y el cuidado que se debe tener al transitar de una comunidad a otra. “Eso hacemos a pesar de que el alcalde de Chupa no nos apoya; no nos toma en cuenta para nada. En general, las municipalidades no quieren coordinar con las rondas estas acciones de seguridad durante la pandemia”.
Algo que realmente les afecta es que no pueden rondar, pero siguen atentos y vigilantes ante los anuncios de robos y ante los casos de violencia familiar. Esta última ha aumentado. “En esos casos, lo que hacemos es llamar a las partes para una conciliación inicial en el local de la comunidad. En esa pequeña reunión participan el presidente de la comunidad rondera, el teniente gobernador y las partes afectadas. Solo en el caso de que el problema sea mayor, lo llevamos a la asamblea comunal para resolverlo. Cuidamos siempre el protocolo del distanciamiento, que es de un metro y medio, y el uso obligatorio de mascarillas”, afirma Jeremías.
El común denominador en estas comunidades del sur andino es el abandono al que los tiene acostumbrados el sistema de salud. El distrito de Chupa cuenta con un centro de salud y tres postas médicas para 46 comunidades que ni ahora ni nunca se han dado abasto para atender a los enfermos. Esto no ha sido diferente durante la pandemia.
Zacarías refiere que los comuneros se protegen con sus hierbas medicinales como la muña, la tiswara, y que también usan kion y limón. La desconfianza y el miedo se repiten: no quieren ir a los hospitales. “Si vas al hospital, ya no regresas. Sales muerto”, refiere. También indica que tienen poco acercamiento con los encargados del Ministerio de Salud , no coordinan con ellos. Precisa: “No nos han convocado. Sentimos que no reconocen a las rondas, a pesar de que nosotros buscamos el diálogo”.
Con respecto a la vacuna, no tienen información alguna. No saben si llegara y, si así fuera, cuándo podría ser. Es preocupante que una mayoría exprese su temor y muestre reticencia a vacunarse por los supuestos efectos secundarios que se podrían producir. Los profesionales y técnicos de salud no les han explicado sobre los beneficios y sobre la importancia de que el país alcance la inmunidad del rebaño.
El otro gran problema en Chupa ha sido el educativo. Una gran cantidad de niños no culminaron el año escolar. “ Los maestros hacían lo imposible para dictar sus clases, pero a estas zonas no llega el internet, no hay línea telefónica; tampoco llegaron las esperadas Tablet que ofreció el gobierno”, relata Zacarías.
Huancasancos, Ayacucho
Otra región surandina es la ayacuchana, que no está en la zona roja del Covid 19. (Sí lo estuvo en el pasado, pero por otros motivos: fue el campo de batalla en el que se enfrentaron a Sendero Luminoso. Esta vez no le tocó ser el epicentro de la nueva guerra).
Orlando Janampa es el coordinador del Colectivo Ciudadano Sacsamarca, un pueblo de la provincia de Huancasancos, ubicado a cinco horas de la ciudad de Ayacucho. “ Como son lugares abiertos, son pocos los casos de contagios y de fallecidos durante la pandemia. La gente en el campo se cuida sola”, indica.
La provincia de Huancasancos cuenta con postas de salud en los distritos de Sacsamarca , Carapo y Lucanamarca. Orlando manifiesta que lo que faltaría es que el personal de salud pueda salir al campo a visitar las comunidades, y darles una mejor orientación para la prevención de la pandemia. Añade: “¿Por qué hay que vacunarse para frenar la epidemia? La población no tiene información sobre esto. Faltan cartillas, material de difusión. En general la atención de salud siempre ha sido mala. No hay planes de prevención de enfermedades, no hay programas de salud mental. Lo que suele ocurrir es que los médicos se van y dejan a los técnicos de enfermería en su reemplazo. Si eso ocurre en la capital de la provincia, imagínense cómo será en los anexos Sacsamarca Asca, Pallcca, Colcabamba y Putaccasa”, refiere.
Por otro lado, es recurrente que en las comunidades haya aumentado la violencia familiar como consecuencia del mayor encierro y de lo prolongado del mismo. Además, de eso se aprovechan los abigeos para hacer su agosto. El dirigente añade: “Están en tierra libre. El ganado no está bien resguardado porque los ronderos ya no pueden salir a rondar”.
Algo que a Orlando le molesta particularmente es que los alcaldes no estén haciendo bien su trabajo. Un ejemplo puntual: refiere que se han generado recelos en las comunidades por la mala distribución de las canastas con víveres que llegaron a Sacsamarca durante la pandemia. “Lo más suave que puedo decir es que ha habido falta de transparencia, y no seria raro que haya habido corrupción también”, añade.
Las clases a distancia han sido una experiencia desastrosa aquí como en todas las comunidades ayacuchanas. Orlando informa que no han funcionado porque los teléfonos no tienen cobertura , y que los alumnos solo han logrado escuchar algunas clases que se transmitían por la radio. Esto ha traído como consecuencia deserción escolar y falta de asimilación de los contenidos curriculares.
Con esta nueva cuarentena se ha producido el regreso a Sacsamarca de muchos retornantes con sus hijos y otros familiares desde la capital de la provincia, e incluso desde Huamanga, que están huyendo de los estragos de la segunda ola del Covid 19. Sin embargo, el Ministerio de Salud no ha actuado con celeridad ni eficiencia, ni ha dado directivas para que se apliquen los protocolos de aislamiento social para estos casos.
Otro punto en contra para este sistema de salud que, si no está del todo ausente, sí está muy lejano de las comunidades de la sierra sur del país.