Sobre el caso Nahel y la violencia policial   

Sobre el caso Nahel y la violencia policial   

Stefano Corzo

Durante las últimas semanas, luego de que un agente de la policía asesinara a Nahel Merzouk —un joven de ascendencia marroquí y argelina— durante un operativo policial en Nanterre, Francia se ha visto envuelta en la peor ola de protestas violentas del país en casi 20 años. Las manifestaciones empezaron tras la viralización de un video contradiciendo las investigaciones iniciales y que mostraba como uno de los dos agentes policiales que intervino a Nahel por manejar sin licencia, le propino un disparo fatal en el pecho, después de que este se negara a salir del vehículo e intentara fugarse.

La reacción de diversos sectores de la población, sobre todo aquellos provenientes de los denominados banlieues: suburbios y conjuntos de suburbios precarizados de las grandes ciudades francesas donde habitan mayoritariamente poblaciones migrantes y marginalizadas; ha sido contundente. La revuelta social está rebasando las capacidades del Estado francés que, paradójicamente, ha respondido al estallido en contra de la violencia policial con tácticas de represión y escalamiento de la violencia a manos de la policía francesa. A la fecha, hay más de 150 personas arrestadas, 40 policías heridos y daños considerables a cientos de vehículos y edificios.

Desde el Perú, podría resultar fácil ignorar el complicado panorama sociopolítico que atraviesa Francia y descartarlo como algo completamente lejano e irrelevante: la famosa frase “es que es otra realidad”; y si bien, ciertamente, hay un conjunto de condiciones materiales y diferencias innegables entre ambos países, en el meollo del asunto hay debates sobre el rol de la policía en la sociedad, la naturaleza del policiamiento de protestas y la responsabilidad política de los casos de violencia policial que atraviesan a la mayoría de fronteras y territorios. Por ello, y a la luz de todo lo que se viene diciendo y especulando sobre la Tercera Toma de Lima, resulta interesante ver que tanto en común podemos ir descubriendo entre ambos escenarios.

El policiamiento de protestas y el uso de la fuerza

En la última década, la policía francesa se ha convertido en una de las más violentas de Europa. Los números de heridos y muertes provocados por la represión policial en Francia han crecido considerablemente en años recientes en comparación a otros países de Europa Occidental como Inglaterra, Alemania y España. A pesar de que los niveles de violencia policial en Europa todavía están muy por debajo de aquellos existentes en países como Estados Unidos, Brasil y Venezuela; el accionar de la policía francesa se está convirtiendo cada vez más notorio.

Si bien el Perú no encabeza la lista de países de América Latina donde el uso irregular y excesivo de las fuerzas policiales (y militares) ha cobrado un mayor número de víctimas, en los últimos años, específicamente durante las protestas de noviembre de 2020 y aquellas ocurridas recientemente a finales de 2022 e inicios de 2023, hemos sido testigos de cómo se han ido normalizando tácticas de control y represión cada vez más violentas. Prueba de ello es el saldo de más de 50 personas fallecidas entre diciembre de 2022 y marzo de 2023, y cuyas condiciones de muerte todavía siguen siendo investigadas.

El caso de la violencia ejercida por la policía francesa es más preocupante todavía porque se trata de una agencia policial que exporta entrenamiento, conocimientos y, además, vende equipamiento a otras instituciones policiales en el mundo como Sudáfrica, Canadá y Jordania. Los llamados “rochabuses” o “pinochitos” que fueron usados extensamente en las protestas de Hong Kong entre el 2019-2020, como también el equipamiento antimotines utilizado por la policía, fueron manufacturados en Francia.

La influencia de la policía francesa en nuestro país definitivamente ya no es tan prominente como antes, pero en su momento muchas de nuestras instituciones policiales fueron modeladas en base a sus pares franceses, como la ex Guardia Republicana del Perú, por ejemplo.

El rol de la policía en la sociedad y su cultura institucional

Las actuales protestas en Francia han llevado a la palestra una discusión necesaria sobre ciertas dinámicas presentes en el accionar de la policía que parecen haberse normalizado, y hasta institucionalizado, por las repetidas ocasiones en las que se suscitan. Específicamente, en el caso de Francia se cuestiona que el racismo, específicamente en contra de poblaciones árabes y negras, pueda formar parte de la cultura institucional del mantenimiento del orden público por parte de las fuerzas del orden en dicho país. Durante las ultimas semanas, muchos de los manifestantes han brindado testimonio en contra de la policía francesa por el trato diferenciado y los prejuicios que parecen guiar su accionar, principalmente, hacia personas migrantes y musulmanas.

En el caso de las recientes protestas en Perú, pero específicamente aquellas desarrolladas en regiones como Puno, Ayacucho y Andahuaylas —como también las intervenciones del local de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y el campus de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM)—, ha sido manifiesto el racismo y clasismo soterrado de la clase política y de algunos mandos y unidades policiales que equiparaban a los manifestantes de estos espacios (muchos de origen campesino e indígena) con remanentes de las organizaciones terroristas de los ochenta y noventa.

Ahora que se aproxima la Tercera Toma de Lima (que quizás también sea la última), se ha comenzado nuevamente a mover la maquinaria del miedo y el “terruqueo” para así aplanar el piso y hacer viable una posible arremetida policial contra la misma. Algunos de los portavoces de la PNP, ya han salido a advertir de que el Partido Comunista del Peru – Sendero Luminoso (PCP-SL) participara de las movilizaciones, como es el caso del general PNP Oscar Arriola.

La responsabilidad política

Hace aproximadamente una semana, el presidente francés Emmanuel Macron provoco varias criticas cuando declaro que, en parte, la violencia suscitada durante las protestas del caso Nahel se debía a la influencia de las redes sociales y los videojuegos. Días después de estas declaraciones, Macron se reunió con la policía en Paris para darles su apoyo y reafirmar su compromiso con ellos, caldeando aún más el ambiente y sin darle una solución real al complejo problema que viene azotando a su país.

En la historia peruana reciente, podemos encontrar varios episodios que parecen un calco y copia de lo anteriormente narrado. El 13 de noviembre de 2020, cuando lo peor de las protestas estaba por ocurrir, el entonces premier Antero Flórez-Araoz visito una sede de la Policía Nacional del Perú (PNP) en Lima para felicitarlos por su accionar en la jornada del día anterior y reiterarles su respaldo como cabeza política. Más recientemente, la presidenta Dina Boluarte, con decenas de muertos y cientos de heridos encima por las protestas, destaco el accionar “inmaculado” de la Policía; mientras que al mismo tiempo acuso a los manifestantes de querer “quebrar el Estado de derecho” para así “poder tomar la nación”.

Tanto en Perú, como en Francia, se ha convertido práctica común de la clase política evadir sus responsabilidades y depender de la fuerza policial (y militar) para solucionar problemas que no son de orden público en naturaleza, sino de carácter político.

El caso de Nahel es uno más en una lista larga de nombres y experiencias de violencia policial que han sacudido al Estado francés. Los debates y discusiones sobre la policía y el policiamiento de protestas que casos como este implica podrán ser aplazados, silenciados y, hasta, saboteados, por no por ello dejaran de estar allí. El contexto político de los últimos años en el Perú, así como los procesos de reforma y fortalecimiento de la institución policial, pero también los graves retrocesos evidenciados son lo que nos toca resolver como sociedad ahora. No es necesario esperar a lo que pueda ocurrir durante la Tercera Toma de Lima y/o algún otro suceso trágico para nuevamente no empezar a buscar soluciones reales.

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